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Alemania y Turquía: de aliados históricos a “rivales”

Tras la Segunda Guerra Mundial, las relaciones entre turcos y alemanes comenzaron a enfriarse. Las discrepancias en cuestión de integración, especialmente desde que se iniciaron las negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea, las deja en una situación delicada, aunque el buen estado de salud del comercio bilateral evita, por ahora, el “jaque mate”.

Fusión de las banderas alemana y turca en un balcón de Berlín. Wikipedia. Creative Commons.Turquía es el eterno candidato. Con un expediente de adhesión abierto desde 1999, la Comisión Europea dio su aprobación en 2004. Diez años después, las negociaciones de integración a la Unión Europea continúan. Entre otras cosas, por la “resistencia antiturca” encabezada por Austria y Grecia. Aunque en los últimos años Alemania ha cogido el relevo como portavoz de la oposición. Especialmente por el temor de los alemanes al aumento de la inmigración turca en un país que agrupa la mayor comunidad de la UE. Para la mayoría de germanos la entrada de Turquía amenaza a tres áreas importantes: seguridad, educación y religión. Así, se cree que aumentará el índice de criminalidad y dificultará la educación de los niños alemanes. Del mismo modo, la integración de Turquía es vista como una “puerta abierta” a la extensión del Islam en Europa.

Las relaciones entre Alemania y Turquía se remontan a finales del siglo XIX. En concreto, al gobierno del káiser Guillermo II, quien fomentó la construcción del ferrocarril Berlín-Ankara. La relación se mantuvo estrecha durante la Primera Guerra Mundial. Ambos países combatieron en el mismo bando. No ocurrió lo mismo durante la Segunda. Los turcos entraron en el conflicto en los últimos meses uniéndose al bando aliado. Un apoyo que perduró durante la posguerra. Los gobiernos turcos ayudaron a la Alemania Federal en todas las instancias internacionales. Pero, la cordialidad se fue perdiendo cuando la inmigración turca se convirtió en masiva. Aunque el punto de inflexión en la relación turco-alemana fue una investigación.

En 2002 el Parlamento Europeo pide a Turquía reconocer el genocidio armenio de 1915. Se propone, incluso, la creación de un comité internacional de historiadores para ayudar al país a hacerle frente. Todo con el fin de “crear las bases para una reconciliación”. De este proceso, Alemania desempeña un papel clave. De forma reiterada pide el restablecimiento de las libertades políticas en Turquía. Asimismo solicita la concesión de la autodeterminación al Kurdistán. Sin embargo, la respuesta del Gobierno otomano no es la esperada. Por un lado, niega el genocidio, y sigue haciéndolo a día de hoy. Por otro, demanda la creación de una comisión de investigación sobre los derechos humanos en Alemania.

Desde entonces la situación no ha mejorado. El conflicto entre ambos países se ha convertido en una amenaza significativa a las relaciones entre la UE y el antiguo imperio otomano. Las declaraciones del ministro turco de Asuntos Europeos, Egemen Bagis, en septiembre de 2013 no ayudaron. “Si la señora Merkel tiene una mirada más de cerca, verá que los que despotrican contra Turquía no lo hacen para encontrar un fin propicio”. Con estas palabras, Bagis respondía a las referencias de Angela Merkel a las protestas contra el primer ministro Erdogan en Estambul. Tan sólo unos días antes, la canciller había calificado la reacción policial en la ciudad como “algo demasiado duro”. Pero también recordó a Merkel que en Alemania hay “3,5 millones de hermanos de sangre que viven y votan” allí.

Pero, al parecer, Bagis hizo algo más. El ministro turco previno a los políticos europeos de las posibles manifestaciones masivas contra Merkel por parte de los turcos. Además insistió que, de producirse, él “no podría garantizar la estabilidad en ese país”. Según fuentes recogidas por varios medios, la dirigente germana tomó las palabras como una amenaza directa.

Primer ministro turco Erdogan. Wikipedia. Creative Commons.La reciente visita del primer ministro Erdogan en busca del apoyo germano en el proceso de adhesión, reanudado en octubre de 2013, no ha cambiado la opinión de la canciller. “Nada ha cambiado mi punto de vista y yo soy escéptica acerca de la plena adhesión de Turquía a la Unión Europea”. Esas fueron las palabras de Merkel tras el breve encuentro con Erdogan el pasado 4 de febrero. La mandataria alemana opta por una opción que en su día ya apoyó el ex presidente francés Nicolas Sarkozy. Se trata de convertir a Turquía en una “asociación privilegiada pero sin membrecía”. Para el Gobierno turco, sin embargo, este ofrecimiento no cumple las expectativas. Concretamente Erdogan cree que “el ingreso de Turquía a la UE aportaría una contribución considerable a la paz regional y mundial”. Entre otras cosas porque “las relaciones históricas y culturales” del país en el norte del continente africano podrían ser una “oportunidad para el proceso de paz en Oriente Medio”.

Las diferencias políticas no han impedido que el Gobierno de Merkel alabe la postura tomada por Turquía respecto a Siria. Y es que, el país islámico ha brindado hasta ahora refugio a más de 100.000 sirios. Del mismo modo, las discrepancias no han afectado al comercio bilateral entre ambos países, que marcó un récord de 31.400 millones de euros en 2011. Más de 4.800 empresas operan allí con capital germano. En cuanto al turismo, los alemanes son su mayor fuente de ingresos. En total, unos 4,8 millones de alemanes hacen vacaciones anualmente en ese país. En definitiva, Alemania es el mayor socio comercial de Turquía. Una relación económica que ha empinado al país del Mar Negro al puesto número 15 entre las mayores economías del mundo. Aunque, al mismo tiempo, ha llevado al Gobierno alemán a anular el programa de ayuda al desarrollo que hasta este año tenía destinado al país.

Otras culturas con comunidades importantes en el país, como la brasileña, han logrado una buena integración. No ha ocurrido lo mismo con la población turca. Y todo ello a pesar de que Alemania es el cuarto “distrito electoral” turco. Por delante, Estambul, Ankara e Izmir. Todas localidades dentro de las fronteras otomanas. Una situación a la que favorece las últimas declaraciones del primer ministro turco. Erdogan instó a sus compatriotas a “integrarse en la sociedad germana sin asimilarse”. Una actitud que no ayuda a disolver el escepticismo reinante en la población alemana.

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