Galaxia Gutenberg ha rescatado una de las obras más importantes del escritor checo Bohumil Hrabal (1914-1997), Una soledad demasiado ruidosa, una inimitable novela concebida en primera persona.
«Hace treinta y cinco años que prenso papel viejo y si tuviera que volver a elegir un trabajo, haría exactamente el mismo que hago ahora.» Haňt’a lleva la mitad de su vida dedicado en cuerpo y alma a su trabajo, que consiste en triturar papel viejo, inservible, mohoso. Con su prensa embala periódicos, viejos libros, afiches, reproducciones de cuadros y otros desechos que después irán a una planta de reciclado, y de vez en cuando encuentra fascinantes joyas que no entiende muy bien cómo han ido a parar a un paraíso de detritus. Haňt’a sobrevive en la Praga subterránea, bebiendo cerveza, pensando en la soledad tan ruidosa en que se ha convertido su vida, conviviendo con ratones y feliz de poder tocar con sus manos el papel, la tinta y los textos de autores de otros siglos, que se asoman entre inmundicias. Enamorado de los libros, los trata con delicadeza, aprende de ellos, se deja fascinar por ideas de otros siglos, y después los embala, no sin antes embellecerlos a su manera, como prometiéndoles un destino mejor. Al finalizar su jornada laboral, recorre las calles en las que ha crecido con los pensamientos de Lao-Tse o de Hegel en su mente.
Esta novela, que parte de las experiencias reales del autor -en su variopinto currículum también destaca su trabajo como empacador en una prensa de papel-, es uno de los libros más sorprendentes que puede pasar por las manos de un lector. En la creación de toda obra es importante el contexto y este caso no iba a ser una excepción: Hrabal, escritor tardío y considerado de culto, vio impedida su producción y censurada su obra después de la invasión de su país natal por parte de la URSS en 1968, durante la Primavera de Praga. Posteriormente pudo publicar, pero en tiradas reducidas y clandestinas -las llamadas samizdat-. Una soledad demasiado ruidosa, que data de principios de los 70, sólo se publicó en principio fuera de Checoslovaquia y hasta 1980 no apareció como libro propiamente dicho.
Aunque escrita en prosa, la historia de Haňt’a alcanza unas cotas líricas impresionantes. Su vida transcurre entre su trabajo, su apartamento sin ningún tipo de lujos -al que también lleva obras rescatadas y que poco a poco se va abarrotando de todo tipo de libros- y la cervecería. Nos asomamos así al retrato de una vida pequeña, encerrada en un mundo tan opresivo como decadente, y sobre todo solitaria. Pero Haňt’a no mira al pasado con tristeza ni al futuro con aprensión: en su íntimo monólogo cuenta que sueña con retirarse al lado de su vieja amiga, la máquina prensadora, que durante tantos años ha visto, junto a él, florecer cierto modo de belleza y sabiduría entre los desechos de Praga. El mundo al margen de los paquetes de papel parece tener otro color y otro ritmo; las anécdotas en él se suceden de un modo pausado, y nada importa tanto como los fantasmas de los intelectuales y escritores que en otros tiempos recorrieron este mundo. Encontramos en este libro una ocasión única de deleitarnos con el contraste entre lo mundano y lo trascendental; podemos incluso tener la sensación de que el hedor de la prensa de papel se pega a nuestra piel, por cuanto la prosa de Habal es plástica, sincera, sin artificios. El autor consideró Una soledad demasiado ruidosa como su mejor obra, hasta el punto de afirmar que había vivido para escribirla.