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‘Tranquilas’. Y Caperucita le dijo al lobo: «No tengo miedo»

La realidad es que Caperucita sí que tuvo miedo. Había olvidado que los lobos no solo están en el bosque y no solo atacan con nocturnidad. La verdad es que aquel depredador encorbatado que le cortó el paso en el pasillo del vagón 5 del AVE Barcelona-Madrid y le tocó todo el muslo derecho desde donde acaba el culo hasta la corva, por suerte, solo quería pavonearse delante de sus compañeros, hacer sentir su superioridad delante de la chica del abrigo rojo—sí, un atuendo perfecto para la performatividad del momento—. Caperucita no dijo nada, apartó la pierna del lobo que le obstaculizaba el paso y continuó hacia el vagón cafetería en un camino lleno de otras corbatas que miraban, reían y callaban.

¿Por qué no dije nada? ¿Por qué ninguno de los otros individuos—todos hombres— reprendió aquella acción? ¿Qué era aquel sentimiento que quemaba desde donde el respetable señor trajeado había tocado hasta mi garganta anudada? ¿Por qué tenía miedo? El AVE es un lugar seguro, ¿no? Además, los hombres peligrosos son lo que acechan en las sombras, los marginados de la sociedad, ¿cómo iban a ser peligrosos los respetables trajeados en la cúspide social?

Sara Herranz ilustra con sus dibujos los sentimientos contenidos en las historias del libro.

Quizás os preguntéis por qué empiezo una reseña contando una experiencia personal que, además, os digo que no es, ni de lejos, la peor que he sufrido por ser mujer y andar sola por la vida. La cosa es que después de haber leído Tranquilas. Historias para ir solas por la noche (Editorial Lumen) sentía que no podía ser de otra manera. Carmen G. de la Cueva y María Folguera editan y participan en esta antología de relatos que reúne las voces de algunas de las escritoras con más relevancia en la actualidad. Ilustradas por Sara Herranz, estos relatos transitan por el espacio público, autobiografían la experiencia del ser mujer en un espacio nunca tranquilo y se preguntan y nos apelan: «¿Qué sentimos cuando nos aventuramos? ¿Qué dolorosa memoria nos acompaña? Si algo sale mal, ¿cuáles son las herramientas que nos ayudan a dar nombre a lo sucedido?».

Junto a Carmen y María, Mª Fernanda Ampuero, Nerea Barjola, Aixa de la Cruz, Jana Leo, Roberta Marrero, Lucía Mbomío, Silvia Nanclares, Edurne Portela, Carme Riera, Marta Sanz, Sabina Urraca y Gabriela Wiener se quitan de encima la vergüenza pegajosa que nos paraliza, nos calla y nos hace querer olvidar. En estos relatos en primera y en tercera persona, las autoras hacen que la lectora recuerde episodios diluidos en la memoria, esos que entierras para seguir adelante o que simplemente normalizas. Nos recuerdan la importancia de la complicidad y de no infravalorar el miedo de la otra, claman a la sororidad de todas las aventureras que intentan quitarse desesperadamente la caperuza. En una sociedad que nos convierte en Caperucitas, necesitamos lo que Lucía-Asué Mbomío Rubio en su relato “Follación” denomina como «narrativa conjunta sanadora que pone palabras a hechos que siempre estuvieron ahí, pero que, al no contarse, se diluyeron hasta prescribir o desaparecer».

Concibo Tranquilas. Historias para ir solas por la noche como un proyecto no cerrado que interpela a las lectoras, que pone las herramientas verbales y que nos presenta a un nutrido grupo de mujeres que nos está diciendo que no estamos solas, que no somos las únicas, que no somos raras y que no hemos tenido mala suerte. Que el patriarcado es el monstruo a combatir y que sí, podemos tener miedo, pero nos tenemos las unas a las otras para enfrentar a ese terrorífico «otro»:

«No podemos dejar que el terror al “otro”, una de las grandes bazas del machismo, nos juegue una mala pasada y nos convierta en opresoras; si queremos vivir sin miedo, tenemos que empezar por dejar de atemorizar nosotras mismas» (Roberta Marrero, “Sin miedo”).

En La Huella Digital ya hemos hablado de los dos primeros trabajos de Carmen G. de la Cueva, también editados en Lumen. Si no os quedáis tranquilas una vez hayáis terminado con esta antología, no podéis dejar de leer Mamá, quiero ser feminista y Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir.

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