Ahora el invierno
siembra en mí la discordia.
Sueño de hacer cosas,
pero sueño de verdad en sueños,
en una locura galopante
que se transforma en este amanecer de sol,
que te envuelve con sus tímidos rayos
y que luego se derrama sobre tu rostro
cansado pero alegre.
He vuelto a desnudarte
con la agresividad que tus senos
le dieron a mis manos.
Y los ríos se han abierto paso
para dejar a tu saliva penetrar
la amplia naturaleza del que soy,
aún en plena agonía: Dueño.
Tu recuerdo llueve al vacío del alma
como el tiempo que, ajado de intentos,
recorre tus ensombrecidos pasos.
Hoy –en la testaruda calma
de un paraíso de cristal,
que tejes con hilos de aire–
parece regocijarse el adolorido corazón
que oculta su cabeza bajo la tierra.
Y, mientras tanto,
nacen de tus manos versos inmortales
que sin querer arrojas al fuego
creyendo que son desperdicios mortales.
La aridez de tu mirada se ha mezclado
con el cielo desordenado y gris,
cargado de recuerdos que comparezco
ante las flores que gritan de impaciencia
cómo fatigas a la alegría
con un resplandor de hierro
que nubla tu entera conciencia:
Es quizás la sucia apariencia
de lo que nosotros, los ignorantes mortales,
llamamos “ser uno mismo”.
Fuente de imagen:
http://www.periosia.blogspot.com
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